El silencio, ese amigo que a menudo nos dedica su tiempo,
llega hoy y se sienta a mi lado;
su dulce compañía se mantiene perfumada de jazmín y rosas,
de agradable sándalo venido de oriente.
En el otro lado volveremos a encontrarnos,
y aunque hayas cambiado de aspecto sabré que eres tú,
las flores llevarán tu aroma, impávido a través del tiempo;
el rocío bañará tus cabellos y gotas de ambrosía limpiaran tus labios;
un áura divina unirá los espíritus, nada de palabras, sólo el silencio,
marcando cada paso que abre un camino de luz hasta la fontera de los dos cielos.
- Agosto, 1998 -